L. CHIAPPO : HACIA UNA PSICOLOGÍA DE LA BONDAD

Revista de Neuro-Psiquiatría 2001 ; 64 : 156-164

HACIA UNA PSICOLOGÍA DE LA BONDAD

Estudio sobre “La Tempestad” de Shakespeare

Por LEOPOLDO CHIAPPO

RESUMEN

Se trata de un estudio de la última obra de Shakespeare, “La Tempestad”, obra de plena madurez no sólo como dramaturgo y poeta sino como psicólogo de la experiencia humana. Se pone énfasis precisamente en este aspecto con miras a ilustrar y señalarlos rasgos experienciales de una psicología de la bondad. Frente a la psicología que está en la base del nihilismo, del escepticismo y del pragmatismo, así como la psicología de las personalidades anormales, el autor señala la importancia de una psicología de la bondad frente a las penurias de la vida. Es la expresión madura de la inmensa obra de Shakespeare, obra fundamentalmente psicológica cuando enfatiza las deformidades del carácter. En este caso Shakespeare da un salto a lo que puede llamarse psicología de altura.

PALABRAS-CLAVE : Shakespeare, “La Tempestad”, psicología, bondad.

SUMMARY

This is a study of the last creation of the Shakespeare, “The Tempest”, a work made in the plenitude of his maturity not only as a dramaturge and poet but also as a psychologist of the human experience. This aspect is precisely emphasized in order to draw and remark the experiential trends of a psychology of goodness. In front of a psychology that is at the base of the nihilism, scepticism and pragmatism, as well as the psychology of the abnormal personalities, the author highlights the importance of a psychology of goodness against the miseries of life. It is the mature expression of the Shakespeare’s immense creation, a fundamentally psychological work, when he emphasises the deformations of character. In this case Shakespeare jumps to something that can be named high level psychology.

KEY WORDS : Shakespeare, “The Tempest”, psychology, goodness.

PREFACIO

Antes de la descripción del rostro de una psicología de la bondad -tema de este trabajo- consideramos necesario ofrecer al lector una suerte de prefacio que recuerde los datos indispensables : los personajes, el argumento y los sucesos de la obra última de la fantasía dramática de Shakespeare.

“La Tempestad” sobresale por la belleza poética, la intensidad dramática y la altura espiritual. Shakespeare, a mi juicio, había dedicado, sus grandes tragedias a mostrar la degradación humana. Son las pasiones y los defectos del psiquismo humano los descritos en Macbeth, Otelo, Ricardo III, Rey Lear y Hamlet. Piensa uno que las familias reales inglesa y escocesa constituyeron para el genial dramaturgo verdaderos laboratorios psicológicos de observación para la inteligencia sobre los comportamientos psicopáticos y el psiquismo humano defectivo. Se trata de seres atormentados por la ambición, la sed de poder, la debilidad de carácter, la necedad, la falta de discernimiento, los celos y la crueldad. Todos estos elementos para tratar de una psicología de la maldad.

Se trata de la malignidad, la malevolencia. Es la deformación del psiquismo humano.

En cambio, en el personaje Próspero de la “Tempestad” vemos brillar y enalzarse un psiquismo perfectivo, una psicología de la bondad. Son los rasgos de la benignidad y de la benevolencia. ¿Cómo esto es así ? Recordemos el argumento y la suerte del personaje.

Comienza “The Tempest” con dos escenas contrastadas : una que presenta una borrasca terrible, el mar que literalmente ruge y el barco que zozobra. Están en la nave casi todos los personajes principales. Las pasiones humanas violentamente en conflicto de poder y de mando : en el peligro se desencadena el conflicto. Desorden.

Igual el mar. Naturaleza y hombres, agitados. La segunda escena es una apacible presentación en la isla solitaria de Próspero, auténtico duque de Milán, y de su hija Miranda. Beethoven leyó « La Tempestad » e indicó, a la pregunta del enojoso Shindler sobre la Sonata Nº 17 en Re menor opus 31, n.2, “¿qué significa ?”, Beethoven contestó “Lean La Tempestad” y por ello se le puso a la Sonata el nombre de la obra de Shakespeare.

Parece que olvidando el episodio hizo la misma indicación para la Sonata Nº 23 en Fa menor, opus 57. Sin embargo, según mi apreciación no hay tal olvido, en la música Beethoven era muy estricto para captar su sentido espiritual, el cual le servía de inspirador, era un pensador que musicalizaba el pensamiento y pensaba en música. En la Sonata en Re menor se refiere al ambiente feérico, sosegado y espiritual, en la isla solitaria, cosa que expresa la música, mientras que para la Sonata en Fa menor se trata de las pasiones embravecidas de los hombres así como el mar tempestuoso en la escena primera. En mi opinión se trata de los dos aspectos de obra de Shakespeare, el nivel espiritual de Próspero, hombre superior y el de su hermano, hombre vulgar, pasional y ambicioso.

Y efectivamente en la escena borrascosa del mar se muestra juntamente el mundo tempestuoso de las pasiones humanas. Aparecen aterrados y en relaciones de conflicto entre ellos y con la tripulación Alonso Rey de Nápoles, Antonio (falso duque de Milán usurpador del ducado y hermano de Próspero, el auténtico duque desterrado en la isla), Gonzalo (anciano y sabio consejero), Sebastián (hermano del rey y cómplice del despojo) y Fernando (hijo inocente del rey de Nápoles y futura pareja noble de Miranda, la hija de Próspero). A esta situación del barco que es arrastrado por el mar y encalla, a la situación de pasiones mezquinas y encontradas que viven los personajes, y el bajo nivel psico-espiritual, conflictivo y pasional, que representan, sucede la escena de la isla solitaria. Es el contraste entre la situación pasional respecto a la situación espiritual el que encontramos en el apacible diálogo entre Próspero y su hija Miranda, instalados en la isla.

Resulta que la tempestad y el naufragio han sido desencadenados por Próspero dotado de poderes ocultos de carácter teúrgico obtenidos en la soledad de la isla. Y tal el origen ficticio de la desgracia que también ha presenciado y sufrido la jovencita adolescente. Próspero le explica a Miranda, y ella se alegra de que todo haya sido restablecido y hasta mejorado. Su padre le revela no sólo este poder teúrgico sino la historia hasta ahora tenida oculta de por qué están ambos desterrados en la isla. Este es el argumento del drama.

Próspero, auténtico duque de Milán había decidido aligerar la carga del gobierno del Estado para poder dedicarse a plenitud al estudio de las artes liberales, a sus libros y a la meditación que lo llevare a la sabiduría. Y por tales razones entrega, en representación, la administración del ducado a su hermano, hombre ambicioso y malevolente. Encandilado con el ejercicio del poder decide en connivencia con Alonso Rey de Nápoles usurpar el ducado, desplazando a su hermano Próspero entregado a sus estudios, descuidado del gobierno. Y así lo destierra con la hija Miranda. Y allí es que lo encontramos.

Luego se ha de producir el encuentro con los náufragos. Están todos los personajes del injusto despojo : Antonio, el falso duque de Milán y hermano de Próspero ; Alonso, rey de Nápoles y avalador del despojo ; y Sebastián, hermano del rey y en algún momento coaligado con Antonio para asesinar al rey. Tenemos un personaje de corte honesto y sabio : Gonzalo, quien incluso se encarga de agregar, en el destierro, al equipaje de Próspero los libros que él sabe que necesita para acompañar su soledad de exiliado e iluminar su pensamiento.

EL SEMBLANTE DE UNA PSICOLOGÍA DE LA BONDAD

Próspero, en la obra de William Shakespeare “La Tempestad”, gracias al sufrimiento del destierro y a la inspiración de la soledad, ha adquirido lo que se podría llamar una cierta gracia feérica, es decir, el don de tratar con el mundo de lo ideal en sus personajes simbólicos. Uno de ellos es Ariel, personaje ligero, que al conjunto de Próspero emerge o se disuelve en el aire, cobrando visibilidad para quienes tienen ojos feéricos, es decir, capacidad de visión de hadas, trasgos, duendes, deidades y seres del aire.

Próspero había indicado a su “delicado Ariel” que convocara a la multitud de espíritus desordenados (“rabble”, siglo XVI) y los ordenara debidamente para ofrecer a Miranda y Ferdinand una muestra de su arte : « go, bring the rabble » le había dicho para mostrar, “some vanity of my art”, algunas criaturas aéreas, feéricas y por ende insustanciales, vacías, propiamente irreales pero en verdad ideales, que se hacen presentes y visibles gracias a su “arte” que consiste en el poder de atraer de la invisibilidad a la visibilidad, en el escenario del aire, a seres transliminales.

El sufrimiento y la meditación han hecho de Próspero un hombre capaz de convocar el mundo ideal y así ingresar en el nivel de la idealidad, esto es el nivel sublime de la experiencia psicológica humana. Llamo seres o experiencias transliminales a aquellos seres o experiencias que trascienden los límites habituales de la conciencia sensorial concreta. Llega el poder feérico a los seres nobles marcados por el dolor y la adversidad y nimbados por la soledad interior. Es el caso de Próspero en su noble exilio en la isla. El poder feérico más que premio del estudio y la meditación, es su floración. Es el consuelo de la tristeza del despojo. En verdad, en la sórdida realidad, las desavenencias, infortunios y adversidades que constituyen un triste exilio, acontece la vida interior del recogimiento que es la patria, la bienaventuranza.

Mientras Próspero se encuentra en un estado de serenidad y de festiva actitud puede convocar al mundo ideal y así lo ha hecho para gozo y enseñanza de su hija Miranda y del joven príncipe Ferdinand, pareja de enamorados y como tales aptos para la visión superior. Pues el amor eleva la mirada. El amor, dolorosa dulzura, confiere poder feérico.

En el momento en que Próspero toma conciencia de que está amenazado de muerte por Calibán, el monstruo del mal, entra en estado de alarma, y entonces pareciera que su gracia feérica zozobrara en la alteración emocional, en la angustia. Y es por eso que inmediatamente el mundo feérico, en el que habían aparecido diosas como Iris, Ceres, Juno y segadores, ninfas danzantes y nayades, desaparece. Es que el mundo ideal se arruina y se derrumba socavado por las preocupaciones y los males de la vida real, decaída. Es la vida y sus amenazas y la intriga mefítica de los seres inferiores espiritualmente, los seres calibánicos. Del amor y de la esperanza nace el mundo ideal ; del odio y del desencanto, su destrucción. La desesperación es destructiva. En la desesperanza se agosta la idealidad.

Es entonces que Próspero explica la desaparición y la disolución en el aire del mundo ideal, con estas palabras de soberbia belleza que Shakespeare pone en sus labios : “Our revels now are ended : this our actors / As I foretold you were all spirits, and / are melted into air : / And, like the baseless fabric of this vision / The cloud – capp’d towers, the gorgeous palaces, / The solemn temples, the great globe itself, / Yes, all which it inherit, shall dissolve, / And, like this insubstantial pageant faded, / Leave not a track behind : We are such stuff / As dreams are made of, and our little life / Is rounded with sleep”. (“The Tempest”, Act IV, Scene 1).

Es el impresionante parlamento cuya traducción es la siguiente : “Nuestros deleites (distracciones gozosas) ahora han terminado : estos nuestros actores / como yo te lo anuncié fueron todos espíritus, y / se han disuelto en el aire : / y, semejante a la fábrica sin fundamento de esta visión / las torres cubiertas por la nubes, los suntuosos palacios, / los solemnes templos, el gran globo terráqueo mismo, / sí, y todo lo que de ello se herede (todo lo que de la tierra devenga), se ha de disolver, / y como esta maravilla lujosa desvanecida, / no quedará tras ella ninguna huella : nosotros estamos hechos del mismo material / del que están hechos los ensueños, y nuestra pequeña vida / está rodeada por el sueño [inconsciencia].”

Es perceptible a una mirada psicoespiritual la condición, el estado y la actitud de Próspero : la conmoción de la fuerza adversa y maligna que lo amenaza desde la realidad calibanesca ha roto su disposición feérica, ha arruinado su vuelo hacia lo ideal, ha corrompido su capacidad superior para tratar con los niveles superiores de la vida y con ello se ha derrumbado el mundo ideal sustentado en la “alta fantasía” (Dante), quedando todo obscurecido, desiluminado por la falta de la gracia que ennoblece la vida. Y entonces no sólo se encuentra amputado de ideales sino que en la vileza del material psicológico corrompido de la des-idealización han empezado a proliferar los estados mefíticos del agnosticismo, del relativismo, del nihilismo metafísico : toda la realidad es una vacía aparición que surge de la nada y se deshace en la nada.

El parlamento de Próspero no es sino la expresión decadente de una conciencia desesperanzada, venida a menos, arruinada por la adversidad y la preocupación que ensombrecen la vida real de los hombres sometidos al ambiente calibanesco del mundo humano deteriorado. Se ha enseñoreado en el mundo la voluntad de muerte. Desde esta posición radicalmente des-idealizada se presenta una concepción avasalladora de lo evanescente de la vida humana, un aparato teatral, un breve ensueño que se disuelve en el sueño. Imágenes que emergen ilusorias de la inconsciencia y en la inconsciencia fundamental se hunden.

En la pérdida de fundamento ideal la realidad ha devenido en pura inconsistencia evanescente. Las cosas emergen de la nada y vuelven a la nada. Todo el universo y la larga historia humana sobre el planeta resultan ser sólo un castillo de fuegos artificiales. Luego de la espléndida llamarada no queda sino el residuo sórdido de la fiesta apagada. Es la concepción nihilista. Derrumbados los ideales que daban fundamento, aliento e inspiración a la vida, sentido a la realidad, desvanecido el mundo ideal, no queda sino el camino de la muerte. La eternidad ha perdido sazón.

La vida humana de cada individuo, de cada grupo humano, familia, ciudad, la historia de la humanidad no sería sino un breve despertar de conciencia que emerge y se disuelve en un dormir universal.

Nuestra vida humana no sería sino una islita de conciencia despierta rodeada por todas partes de un mar de inconciencia, del cual emerge y en el que luego se hunde.

Evidentemente en una concepción de la vida como ésta no puede darse la salvación que nos viene a través del poder feérico. El hundimiento de la vida sería total y el enigma de haber alguna vez aparecido sobre el mar de inconciencia sería insoluble. Ferdinand admirando el mundo ideal, y con su amor al lado de Miranda, piensa en la perfección y la calma de una situación isleña en la que quisiera quedar para siempre. Pero todo cambia, ve a Próspero demudado y Miranda lo mira desolada, nunca había visto a su padre así.

Tal el horro de la toam de conciencia de la realidad de la vida en la que la existencia se ve amenazada por la adversidad y los malignos de Calibán, el monstruo de la maldad y sus secuaces. Al caérsele el mundo ideal por obra del estado de alarma existencial Próspero se siente precisado a elaborar una weltanschauung nihilista. Es el humo negro que emana de la amargura.

No es noble melancolía por la perfección del mundo ideal añorado. Es la depresión y la filosofía de la depresión, del desencanto.

Es que la amargura resulta de la putrefacción acontecida en la melancolía por carencia de bondad. Cuando la melancolía pierde toda su dulzura de añoranza y anhelo del bien queda sólo la amargura en la que la noble melancolía se envilece. La experiencia de la vida se oscurece y la idealidad apaga su luz.

Tal es la desilusionada y nihilista concepción que hace Próspero, el artista feérico, el visionario del mundo ideal, y hombre de la alta serenidad, luego de que el sobresalto de las amenazas de la vida envenenando su existencia le hace desaparecer el mundo de los ideales y se entrega al escepticismo y al sentimiento amargo de la vacuidad del ser. Pero ésta no es la última ni la genuina palabra de la vida.

Efectivamente, la última palabra no la tiene la amargura ni el pesimismo, ni ninguna forma de nihilismo, incluso el escepticismo. La última palabra no está en la voluntad de muerte. La última palabra viene del espíritu, que es vida de la vida. Se trata de la serenidad, que a pesar del infortunio, de la injusticia y de la adversidad, del destierro y del despojo sufridos, y de la misma traición, alcanza Próspero, duque auténtico de Milán y príncipe de la vida. No se trata sólo del infortunio y de la desposesión de su patrimonio y de su herencia ducal, se trata del derrumbe del mundo ideal, se trata del agostamiento y pérdida de su poder feérico a manera de la theurgia que es saber como controlar los seres y personajes del mundo numinoso, el espacio de los números de la idealidad, Ariel, Iris, Ceres, Juno, diosas, trasgos, náyades, ondinas, ninfas danzantes, segadores… En suma se trata de la ciencia y arte, techné o know how, se trata de la cultura espiritual, la que domina Próspero para usar estos seres sobrenaturales para fines benéficos, los cuales, como hemos visto, se derrumban a su contemplación extática en cuanto su conciencia es perturbada por la amenaza calibánica, la angustia por la amenaza de muerte, la tenebrosa pasión destructiva que emana de Caliban, monstruoso espíritu del mal.

En cambio el espíritu del aire que obedece a Próspero es Ariel y su bienaventurado y feliz mundo arielino, el mundo de los seres contentos. Es así que Próspero a dirigirse a Ariel, espíritu jovial, le dice con cariño al mismo tiempo que define su esencia arielina : “My tricksy spirit” que según el Diccionario Etimológico Inglés de la Universidad de Oxford quiere decir en el siglo XVI “vivo”, “chispeante” y en Shakespeare “diestro”, eficaz”. Es el allegro vivace de la música. Pero el espíritu calibanesco es un contra-espíritu, una mente siniestra, maligna, malvada. Es la mente espesa, sucia y grasa, privada de espíritu. Es la mente que amenaza de muerte a Próspero. Todas las condiciones para caer en la amargura, actitud triste y enconosa, llena de furia y de veneno, y que revela el fracaso existencial del hombre. No se trata de fracasos particulares de la vida, fracasos como el profesional, matrimonial, familiar, comercial, etc., fracasos de estado u ocupación, sino del fracaso fundamental : la amargura. El hombre amargado es un fracasado existencial primordial. Por el contrario, Próspero alcanza la gran serenidad. Y con ella la alegría de vivir. Se trata de una calma, de una paz, de un júbilo que viene del fondo del alma. ¿Cómo es esto posible ?

Y es que precisamente toda la desgracia sufrida es la que le revela un salvador proyecto de vida : la bondad. Luego de haber cumplido con todas las actividades y negocios que denomina “concernientes” ; “…perform (ejecutar, realizar) / much business appertaining” Asuntos que pertenecen ¿a qué ? Luego lo hemos de saber. ¿A qué son, pues, concernientes esos asuntos, entonces ? Sí, concernientes a algo fundamental para la existencia noble del hombre.

Sí, se trata de asuntos que pertenecen a la bondad. Y esas actividades, luego de haber levantado la penosa prueba impuesta a Fernando y de haber aprobado sus amores con su hija Miranda, son, en primer término concentrarse en la lectura de sus inspiradores libros de sabiduría y de fantásticas artes feéricas, luego mostrar, así preparado, a Miranda y Fernando “some vanity of mine art” (“algunos artificios de mi arte”) ; castigar a los culpables, y para quienes sólo cabe como remedios de la furia “la contrición de corazón seguida de una vida clara” (“… is nothing but heart’s sorrow and a clear life ensuing”) ; llevar a su destino a Calibán y a sus cómplices, es decir, a la cenagosa charca donde encuentran su medio de refocilarse en la inmundicia para luego ser perseguidos por canes furiosos ; reunir al rey Alonso, el dolorido padre con su hijo el príncipe Fernando a quien creía muerto en el naufragio ; perdonar al traidor hermano Antonio ; y al fin liberar a Ariel y despojarse desasidamente y con total entrega de sus poderes feéricos, renunciar a su arte de controlar a los espíritus sobrenaturales y recuperar su legítimo derecho al ducado de Milán equilibrando las responsabilidades : deberes de gobierno, lectura de libros y preparación para la “tumba”. Son las tres responsabilidades de una noble ancianía sabia.

Y, entonces, ¿en qué consiste su proyecto de vida ? ¿Cómo así logra la serenidad de vivir ? Estos actos eran los concernientes a su proyecto de vida, el cual formula sencillamente en el Epílogo de la Tempestad. “Todos mis encantamientos han sido derribados / y así estoy reducido a mis propias fuerzas”. Próspero ha dejado sus poderes feéricos sobrenaturales, es el gran despojo espiritual, la renuncia a los Siddhis o poderes sobrenaturales del hinduismo y del budismo, la “renuncia a los carismas” de San Pablo, es el supremo acto de humildad, no tener pretensión y por tanto tensión, tensión anticipada, pretensión, vanidad, es el primer paso a la serenidad de vida.

Y luego Próspero inmediatamente formula el segundo gran paso a la serenidad de vida : el abandono, la entrega confiada a la ajena voluntad de injusticia y dice : “Ahora, en verdad, podrían ustedes confiarme aquí [en la isla solitaria, desterrado] o enviarme a Nápoles [para asumir mi ducado]. Se trata de lo que Meister Eckhardt llama “Gelassnheit”, abandono, disponibilidad y San Juan de la Cruz, “desasimiento”. Y pide : “Que vuestro aliento gentil hinche mis velas” Es decir, se entrega a la buena voluntad, confía en la benevolencia ajena, esto es lo que nos hace vivir sin miedo y sin sospecha. Inmediatamente declara que si no es así, si perdura la malevolencia “fallará mi proyecto” ¿Y cuál era su proyecto ? Y aquí Próspero lo define con palabra nítida : “whih was to please”.

“Que era agradar”. Es el tercer paso : la bondad, la benevolencia radical. El paso esencial a la serenidad de vida. ¡Qué delicadeza ! ¡Qué profundidad ! Qué forma tan breve y sencilla de formular lo que para una intelección profunda es un proyecto de existencia de largo alcance y de elevado transcurrir. Simplemente “agradar”. Mucha de la infelicidad humana y de los conflictos es el terco y torpe empeño que tienen tantos hombres en hacer de sus vidas y de las vidas de los demás desagrado propio y ajeno. Algunos, los caracteres defectuosos, hacen de sus vidas una incesante maquinaria de desagradar, el sujeto es un aparato desagradante. El proyecto existencial de Próspero es dulce, delicado y gentil. Y es de alguna sutil y segura manera la intención de este trabajo y de este libro : agradarlos.

Creo que es fundamental para elevar el sentido y enriquecer el contenido de la Psicología estudiar lo que se podría llamar la experiencia humana de la bondad. Y la primera tarea es deslindar en la experiencia de la bondad aquello que es meramente superficial de lo que más bien constituye lo profundo del psiquismo y de la conducta. Efectivamente, se usa de manera trivial la expresión, “es un buen hombre”, “una buena persona”. Expresión anodina que implica la manera de ser gris, común, mediocre, sin relieve del prójimo así designado o simplemente revela la incapacidad de análisis y de dar razón en palabras de la persona que la emplea. En todo caso, “buena persona” puede superficialmente ser asociada a la bonachonería común en los gordos. Se trata de la bondad que viene del temperamento. Ya César lo había observado en Antonio y Dolabela, bonachones, en contraste con Bruto y Casio vistos como magros, pálidos y peligrosos.

Esta observación la registra Plutarco, la celebra Shakespeare y la establece científicamente Ernst Kretschmer en su clasifica- ción constitucional de pícnicos ciclotímicos y leptosómicos esquizotímicos, caracterizándose los primeros por ser bonachones, sociables, gente emotiva y de buen humor.

Pero no siempre coincide la gordura y el temperamento afable, sociable y alegre que distinguen la bondad del carácter con la bondad psico-espiritual profunda. Es el caso de Enrique el Gordo rey de Navarra a quien Dante llama “colui c’ha si benigno aspetto” y que se coge con la palma de la mano la mejilla gorda (Purg. VII, 104, 107- 108), indicando la relación entre benignidad y constitución pícnica, gordura, de un rey que “fu di natura tuttáltro che benigna” (Giuseppe Vandelli, Commento Scartazziniano).

Sobre la imagen de la gordura y el símbolo psico-espiritual que puede representar he tratado en Escenas de la Comedia (Estudios Dantianos, Vol II*).

Sin embargo, en verdad, es preciso hacer un discernimiento fenomenológico entre una y otra cosa pues la vivencia de la bondad temperamental es cualitativamente y en esencia diferente de la vivencia de la bondad psico-espiritual. El buen talante y la bonachonería de origen temperamental no tiene ni la profundidad ni la solidez y menos la importancia de la experiencia y estructura psíquicas de la bondad. En Próspero hemos visto claramente la opción significativa de bondad espiritual.

Hombre herido por la adversidad y la traición, la deslealtad de la persona en quien más debía confiar, su hermano Antonio, no opta por el resentimiento, el rencor y la venganza, no opta por el odio sino por la reconciliación y el perdón. Próspero engañado y despojado ilustra en su opción la psicología de la bondad. Es hombre de libros, hombre de vida interior, hombre sincero y confiado. Como homo theoreticus puro (Spranger) no le interesa el poder y por eso lo delega a su hermano, quien, ávido y ambicioso se apodera del ducado y destrona y destierra a Próspero. Es entonces que en la respuesta de Próspero a esta situación de deslealtad y de despojo debemos analizar lo que llamamos una psicología de la bondad. Es la que aparece en el análisis del desenlace shakespearino y en el deslinde con el temperamento blandengue y condescendiente del hombre bonachón. La bondad surge más bien en un nivel superior al bio-temperamental, la bondad surge en el nivel de un psiquismo maduro y por ende espiritualizado. Se trata de una voluntad que se puede llamar en esencia benevolente, que quiere el bien y que lo quiere desde el bien-ser, raíz del bien-sentir-inteligente. En la psicología de la bondad descubrimos la existencia profunda de la espiritual disposición entrañablemente emergente a irradiar el bien en el pensar, en el sentir, en el querer y en el actuar. El hombre como persona está así arraigado a un centro interior numinoso que liberado de impedimentos psíquicos y somáticos gracias al ejercicio de la meditación se expresa en pensamientos sublimes, en ideas, en respuestas y en actos y actividades que revelan la nobleza de ese centro interior del alma, la bondad del bien.

Una psicología de la bondad tiene que investigar las motivaciones de una opción generosa, como la del caso Próspero. Y lo primero que vemos es la pureza de la motivación. Es decir, el motivo de simplemente agradar [“which was to please”], que no esconde tras de sí un móvil diferente o interesado. Es un acto desinteresado, puro, y derivado de un proyecto existencial autónomo. Es la irradiación del Bien profundo y eterno que ilumina e inflama la bondad psicoespiritual del agente actuante. Se trata psicológicamente de un testimonio de la bondad ilustrado por el caso Próspero. En la pureza de la motivación debe reconocerse el origen puramente espiritual de la bondad, independiente de toda otra instancia instintivo- afectiva o biológica. No se trata pues de la gratificación de impulsos somáticos o de seguridad, crecimiento o defensa del organismo psico-físico. Y filosóficamente la significación de la bondad constituye una alternativa a la filosofía del nihilismo. Sí se trata de una alternativa a la estructura del hombre común, al modo de ser y manera de vivir del hombre mediocre que sólo persigue y se aquieta y ufana en el bienestar. La raíz de la psicología de la bondad es el Bien-ser.

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