SUEÑOS INFANTILES PERDIDOS. Niños y niñas traumatizados por la guerra en Ruanda

Aldeas Infantiles SOS fue fundada en 1949 por Hermann Gmeiner como respuesta a las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. Los primeros niños y niñas que se acogieron eran huérfanos de la guerra que encontraron un nuevo hogar en casa de viudas de la guerra,las primeras Madres SOS. Ahora, 48 años después, la organización desarrolla su actividad en 125 países. Muchos de ellos están actualmente sufriendo conflictos armados. En estas regiones es para Aldeas Infantiles SOS un reto especial ofrecer apoyo a los niños que sufren y están traumatizados por la guerra. Normalmente se benefician de ese apoyo no sólo los niños y jóvenes acogidos en las Instituciones de Aldeas Infantiles SOS, sino también las demás personas necesitadas de estos países. A continuación se presenta un ejemplo en Ruanda para mostrar cómo responde Aldeas Infantiles SOS a las consecuencis de los conflictos bélicos y qué medidas se toman para los niños, niñas y jóvenes afectados.

SUEÑOS INFANTILES PERDIDOS. Niños y niñas traumatizados por la guerra en Ruanda.

Elisabeth Ullmann – Psicóloga en la SOS-Kinderdorf Hermann-Gmeiner-Akademie en Innsbruck, Austria.

Texte paru in Infancia y Trauma. Separación, abuso, guerra. Elisabeth Ullmann – Werner Hilweg (Cord), Brand Editorial, España, 2000. p. 148-155

El presente informe es el resultado de una estancia de tres semanas en Ruanda en abril de 1996. La Academia Hermann Gmeiner me envió como « periodista especializada interna de Aldeas » con el encargo de investigar qué tipo de cicatrices ha dejado la guerra en los niños y las niñas, los « supervivientes » del genocidio, y qué destinos se esconden detrás del término anónimo de « traumatización ». Pero también, qué posibilidades puede haber para la organizacion Aldeas Infantiles SOS de ayudar a las víctimas, elaborar sus experiencias, encontrar palabras u otra forma de expresión para lo inexpresable.

La última guerra en Ruanda entre las etnias Hutu y Tutsi duró de abril a septiembre de 1994. En estos pocos meses más de un millón de personas perdieron su vida, brutalmente asesinados o a causa del hambre y de las epidemias. Otros dos millones de personas huyeron hacia los países limítrofes de Burundi, República Democrática del Congo, Uganda y Tanzania (y las cifras son sólo vagas estimaciones). Todavía siento los escalofríos cuando me acuerdo de las imágenes que nos llegaban vía televisión directamente al salón de casa. Y sólo hoy, después de mi estancia en Ruanda y haber tenido contacto personal con nuestras compañeras y nuestros compañeros allí, estas imágenes han empezado a tener un significado para mí.

En la superficie ya no se ve mucho de aquella guerra. Unos cuantos agujeros de bala en las paradas de autobús y algunos cráteres de granada aún no cubiertos en el hotel Meridian fue lo único que llegué a ver. De las verdaderas heridas alguien de fuera como yo solamente se entera cuando se pone a conversar con las personas y a leer los ficheros que reflejan la historia de los niños y las niñas que acogimos. Me sigue resultando increíble con qué esmero y aparente tranquilidad nuestras compañeras y nuestros compañeros realizan su labor, si tengo en cuenta todas las experiencias que tuvieron durante la guerra. De dos de ellos, por ejemplo, sé que perdieron toda su familia. No quedó nadie.

Una de las Madres SOS que trabaja en el programa de ayuda de emergencia en Kigali tuvo que presenciar los asesinatos de su marido y cinco de sus seis hijos. Después de la guerra decidió no recuperar su puesto de maestra, sino crearse una nueva familia, una familia de Aldeas Infantiles SOS. El único hijo suyo que sobrevivió tiene ahora 20 años y la visita a menudo en la Aldea.

Aldeas Infantiles SOS respondió con varias medidas inmediatas a la tragedia del genocidio de 1994 : en las dos Aldeas Infantiles SOS ya existentes antes de la guerra, Gikongoro y Kigali, se instalaron alojamientos de emergencia, en Ngarama se improvisó una Aldea provisional para huérfanos de la guerra. Las familias de los alrededores recibieron asistencia material y sanitaria. A los niños recién acogidos, el 80% de elos con menos de 5 años, se les proporcionó atención médica y una alimentación especial, ya que en el momento de su llegada casi todos sufrían de carencias alimenticias y desnutrición. Pero incluso para algunos de los niños acogidos en las Aldeas Infantiles SOS la ayuda llegó demasiado tarde : en Gikongo se murieron siete de desnutrición.

Ayuda urgente en Ngarma

Los colaboradores de Aldeas Infantiles SOS de Kenia y Uganda, que tenían un acceso más fácil y seguro a esta región del noroeste del país, ya empezaron antes de terminar la guerra, en agosto de 1994, a construir este proyecto de emergencia. En Ngarama se acogieron en primer lugar niños y niñas de edades avanzadas, mientras que los más pequeños se fueron a Kigali y Gikongoro. La gran mayoría de ellos procedía de los campos de refugiados, a los que habían llegado solos, separados de sus familias a causa de la guerra. Al principio, en Ngarama fueron acogidos 291 niños, de los que quedaban 137 cuando llegué. Los demás han podido reunirse con sus respectivas familias. De algunos de los que quedan no se ha podido averiguar hasta hoy ni su nombre ni su procedencia.

Como en todas las demás Aldeas Infantiles SOS, también en la aldea de emergencia Ngarama cada niño o niña vive en una Familia SOS junto a su Madre SOS y sus hermanos y hermanas. Si tiene hermanos o hermanas carnales, viven juntos en familia. La Madre SOS tiene como apoyo a colaboradores (pedagogos y servicio doméstico) que le ayudan a hacer su labor.

También aquí existe, como en todas las demás Aldeas, el Jardín de Infancia previsto : tres cursos, cada uno ahora con un número adecuado de niños y tres educadoras con la formación apropiada. Como todos los demás Jardines de Infancia, también el de Ngarama está abierto para los niños de los alrededores.

Las casas de las familias en Ngarama son provisionales : las carpas del principio se han sustituido por pequeñas casas sólidas, pero no hay planes para construir en este lugar una Aldea Infantil SOS de verdad. Durante mi estancia en Ruanda se colocó la primera piedra para la tercera Aldea Infantil SOS del país en Byumba. Hasta que esté terminada, Ngarama seguirá sirviendo como solución temporal.

Ayuda urgente en Kigali y Gikongoro

En las dos Aldeas Infantiles SOS existentes de Kigali (desde 1979) y Gikongoto (apertura en 1992) también se organizaron programas de ayuda de emergencia para los innumerables niños y niñas refugiados sin padres. Entre las dos acogieron a más de 350, casi todos huérfanos de la guerra. El 85% de ellos procedía de un campo de refugiados. Unos llegaron a través de los colaboradoes de Aldeas que los habían recogido en estado especialmente grave (desnutridos, heridos) en orfanatos y campos de refugiados, otros llegaron mediante la colaboración de otras organizaciones sin ánimo de lucro, como Médicos Sin Fronteras o UNICEF. En muchos casos, el estado físico y psíquico de muchos de los niños era horrible : desnutridos, esqueléticos, enfermos. Igual que en Ngarama, en muchos casos no había ninguna información acerca de la procedencia o la familia. Para hacer posible la acogida en las dos Aldeas Infantiles SOS, hubo que adaptar todos los espacios posibles, incluídos la Escuela Hermann Gmeiner y el gallinero.

Como apoyo a las Madres SOS y las asistentes familiares en esta situación tan sumamente difícil se empleó a una nutricista, tres trabajadoras sociales, dos psicólogos, un médico y varias enfermeras. La nutricista, por ejemplo, se ocupaba de la alimentación correcta de los niños mal alimentados y desnutridos así como de la formación en nutrición de las Madres SOS y las asistentes familiares.

El pequeño puesto de salud de la Aldea Infantil SOS de Kigali se amplió y se contrató más personal para poder ofrecer asistencia médica también a la gente necesitada de los alrededores. De esta manera se llegó a poder asistir hasta 120 personas cada día. Como muchos de los hospitales y clínicas del país quedaron destruídos durante la guerra y la necesidad de asistencia sanitaria sigue siendo muy grande, se proyecta construir una clínica pequeña que podría atender a unas 60,000 personas cada año. Por otro lado, se prestó también asistencia material en forma de alimentos, mantas, etc., a unas 350 familias de los alrededores, especialmente a viudas y gente mayor.

Refamiliarización

Una de las tareas más importantes que tienen las trabajadoras sociales en las Aldeas Infantiles SOS es la identificación de los niños y las niñas, es decir, llegar a saber su nombre, su procedencia y familia. Una vez conseguida esa información, se inicia la búsqueda de los familiares : hermanas, hermanos, abuelos, tíos y tías. Si la búsqueda tiene éxito, las trabajadoras sociales visitan a la familia para conocer su situación. Ocurre a veces que la familia no puede cuidar del niño y pide que se quede en la Aldea. Otras veces es la Aldea Infantil SOS la que insiste en retrasar la refamiliarización si la situación de los familiares parece no permitirla. En la mayoría de los casos en los que se localiza a la familia, sin embargo, la refamiliarización se lleva a cabo. En el momento de entrega del niño, los familiares reciben una ayuda en forma de alimentos básicos y utensilios domésticos. Pasado un tiempo, las trabajadoras sociales vuelven a visitar a la familia para asegurarse del bienestar del niño. Para realizar la tarea de la reunificación de la manera más eficaz posible, las Aldeas Infantiles SOS colaboran estrechamente con el ministerio competente y con otras organizaciones no gubernamentales (ONG).

Se esperaba inicialmente que pasados unos meses la mayoría de los niños y las niñas acogidos al final de la guerra estuvieran ya reunificados con sus familiares, pero tanto su identificación especialmente la de los de corta edad, como la búsqueda de los familiares supervivientes resultan ser más difíciles de lo que se había pensado. Por eso, en la Aldea Infantil SOS de Kigali siguen viviendo 12 familias con 97 niños, de las 15 familias de emergencia con 119 niños que había al principio. En Gikongoro se han reunificado hasta hoy a 156 niños y sus respectivas familias, y otros seis van a serlo dentro de poco.

Tuve la oportunidad de estar presente durante alguna refamiliarización. He aquí una parte de mi diario sobre la reunificación de la familia de Alfonse y Alfonsine, hermano y hermana de 7 y 9 años, respectivamente.

“Hace aproximadamente una semana apareció la madre en la Aldea Infantil de Kigali preguntando por ellos. El reencuentro fue emocionante. La mujer había huído durante la guerra junto a sus hijos, y el marido se había quedado en la casa. Cuando les atacaron, el grupo fue dividido en dos, es decir, la madre se quedó con los otros 2 hijos y Alfonse y Alfonsine se perdieron en el caos. Los dos se unieron a otros refugiados y de alguna manera llegaron hasta Butare, donde los metieron en un orfanato. Desde allí los llevaron a la Aldea Infantil SOS. Los representantes de la organización Save the Children (Salvad a los niños) y del UNICEF pasan de municipio en municipio con las listas de nombres y de fotos de niños y niñas sin identificar para localizar a padres u otros familiares. En el caso de Alfonse y Alfonsine tuvieron suerte : la madre encontró los nombres en una de las listas. Cuando llevamos a los dos a su casa, tanto a ellos como a los padres se les notaba lo felices que eran. El abuelo también estaba y acariciaba a sus nietos. Así que nos encontramos delante de la choza de barro de esta familia, los hombres en sillas desplegables y nosotras, las mujeres encima de una esterilla de rafia, y tuve la impresión de que todo era un sueño. Una familia campesina con una cabra delante de la choza, en medio de sus plantaciones de plátano, sin camas ni electricidad ni agua corriente. El médico del puesto de salud de la Aldea Infantil SOS me contó que el 80% de las familias de Ruanda viven igual. Los padres de Alfonse y Alfonsine me parecían muy cariñosos. Seguro que los dos tendrán un buen hogar, aunque en ese momento no pegaban mucho con su entorno, recién lavados, con su ropa limpia y sus zapatos bonitos. Pensé que seguramente dentro de una semana se habrían adaptado. La mère conseillère (consejera de las Madres SOS) volverá a visitarlos dentro de poco.”

Pero no siempre la reunificación se caracteriza por alegría y cariño. Un chico de aproximadamente cinco años mostró sentimientos más bien negativos cuando le llevamos ante su padre y la segunda esposa de éste. Su inseguridad y miedo eran evidentes, y según su comportamiento al ver a su padre, no sé ni si lo reconoció. Espero que ahora ya se haya acostumbrado a sus nuevas condiciones de vida y que, rodeado de los que quedan de su familia, vaya a superar sus terribles experiencias. Igual que en el caso de Alfonse y Alfonsine, en breve un colaborador de Aldeas va a ir a su casa para ver cómo está.

Posibilidades de terapia

En gran parte de los niños y las niñas, la guerra no sólo ha dejado cicatrices físicas sino más que nada psíquicas. Sin embargo, las instituciones que pueden ofrecer ayuda terapéutica son pocas : en todo el país hay un único hospital psiquiátrico con sólo dos psiquiatras ruandeses, que periódicamente reciben el apoyo de otros dos psiquiatras suizos. La oferta psicológica-terapéutica no se presenta muy distinta : sólo existe una institución estatal especializada, el « Centre de Traumatisme » de Kigali, en el que demasiado poco personal profesional cuida a las incontables personas traumatizadas por la guerra.

Ante este panorama, Aldeas Infantiles SOS contrató a finales de 1994 a una catedrática en Psicología de la Universidad de Burundi como asesora, para realizar un primer estudio sobre el estado psíquico y emocional de los niños en la Aldea Infantil de Kigali. Este estudio dio por resultado la recomendación de crear un proyecto pedagógico social terapéutico para los niños y las niñas traumatizados. Después de terminar el estudio se contrató a dos psicólogos clínicos de Burundi para realizar prácticas en la Aldea Infantil SOS de Kigali ; lo que estaba pensado para un mes, se ha convertido ya en un año.

El primer paso de su tarea, la realización del « programa de destraumatización », consistía en identificar a los niños clínicamente llamativos. Mediante la observación participativa en las familias SOS, un cuestionario diagnóstico para traumas de guerra, las conversaciones con las Madres SOS, las asistentes familiares y las educadoras del Jardín de Infancia, así como mediante muchos juegos y conversaciones con los niños, los dos identificaron a los niños más traumatizados, que sólo en la Aldea Infantil SOS de Gikongoro sumaban 52.

He aquí un « caso » sacado del informe de los psicólogos ZACHARIE NZEGIMANA y DISMAS NYAMWANA que refleja la anamnesia de Eric, que entonces tenía cuatro años.

La tía del niño lo trajo a la Aldea Infantil SOS de Kigali el 20 de agosto de 1994, después de estallar la guerra. Ella ya no quería o ya no podía cuidar de Eric, y de hecho no ha vuelto a visitarlo en la Aldea desde entonces. El estado del chico en el momento de la admisión es miserable, se siente muy mal. Está desnutrido y en un estado de regresión psicomotora, es decir, que parece que ha dejado de crecer.

Eric procede de la región de Gitama (Mukingi). Durante la guerra vivía con sus padres, hermanos y otros familiares en la casa grande de su abuelo en la que fueron atacados por los rebeldes. Con sus machetes, mataron a todos menos a Eric, dos de sus hermanos mayores y una prima. Los cuatro niños huyeron. Durante muchos días y muchas noches vagaban de una aldea a otra. A veces dormían entre los matorrales, otras en casas destruídas, hasta que por fin llegaron a la casa de un tío que los llevó a Kigali. A lo largo de su huída, los niños aprendieron lo que es la guerra. Pasaron hambre, durante días enteros no comieron, quedaron totalmente exhaustos. Vieron agresiones y masacres, las carreteras llenas de cadáveres y granadas explotando a su lado.

Todas estas experiencias traumáticas han amenazado seriamente el equilibrio psíquico de los niños. Tanto en tiempos de paz como de guerra, las catástrofes pueden causar en los adultos, y especialmente en los niños, unas crisis y unos trastornos psíquicos a corto o a largo plazo. La experiencia de un conflicto bélico, la huida, la confrontación con la agresión o con la muerte, la separación de la familia, la incertidumbre de no saber qué ha pasado con los demás familiares y la duda de si va a haber ayuda o no, todas estas experiencias pueden causar un trastorno de las funciones psíquicas del niño. Sus reacciones pueden manifestarse en diferentes niveles : orgánico, psíquico o social.

¿Qué reacciones muestra Eric ?

- Le persiguen los recuerdos acústicos y visuales de los dsparos, de los gritos de miedo y dolor de sus familiares, de la imagen de los cadáveres mutilados y de sus familiares pasando angustias mortales, tanto cuando está solo como cuando está en compañía.
- Tiene pesadillas en las que le persiguen dierentes personas : los padres, curas, fantasmas.
- Su comportamiento se caracteriza por cierta tendencia al aislamiento, tiene la mirada vacía, está triste y distraído, y no tiene apetito.
- Tiene un miedo enfermizo a la oscuridad y las muchedumbres.
- Reza obsesivamente, y a menudo canta solo : « tubabarire nyagasanyi » (Perdónanos, Señor).
- Sufre enuresis y encopresis (incontinencias urinaria y fecal).
- Eric muestra una deficiencia afectiva : no habla con nadie de sus experiencias, ni siquiera si le preguntan. Sólo muestra cariño a los educadores si ellos toman la iniciativa.

Hasta aquí el informe sobre Eric.

Después de la descripción del estado actual, el siguiente paso para los dos psicólogos consiste en el trabajo terapéutico regular con los afectados y la coordinación entre todos los recursos disponibles en la Aldea Infantil SOS así como la optimación de ellos. Es decir que los psicólogos cooperan estrechamente ocn las Madres SOS, las asistentes familiares y las trabajadoras sociales, y que también colaboran el Director de la Aldea, la mère conseillère, las profesoras y los profesores así como las educadoras del Jardín de Infancia.

Al Jardín de Infancia le corresponden las siguientes tareas en el marco del programa de destraumatización :

- Las educadoras observan diariamente a los niños y redactan un estudio de cada caso.
- Por la tarde intercambian sus observaciones.
- Una vez por semana se reúnen con los psicólogos para discutir el desarrollo de los diferentes niños.

Las trabajadoras sociales visitan regularmente a las familias SOS. Hablan con las Madrs SOS y las asistentes familiares sobre el desarrollo de los niños, sobre posibles comportamientos llamativos y sobre sus dificultades con ellos. Además, hablan individualmente con los niños. Los psicólogos apoyan a las trabajadoras sociales, hablando con ellas periódicamente.

Otro aspecto de gran importancia dentro del programa de ayuda de emergencia SOS para Ruanda es la oferta de formación : los dos psicólogos les enseñanan a las Madres SOS, asistentes familiares y otros colaboradores y colaboradoras los conocimientos básicos sobre reacciones llamativas de los niños después de una experiencia traumática, también en colaboración con expertos externos. También se dan indicaciones prácticas sobre el trato diario con los niños traumatizados.

El trabajo terapéutico con los niños y las niñas se realiza preferiblemente en grupos pequeños de entre 5 y 6. Dos veces por semana se reúnen estos grupos para animar a los niños a expresar sus sentimientos, mediante el baile, la canción o el juego, y para apoyarlos en la difícil tarea de hablar sobre los terribles acontecimientos que tuvieron que presenciar, o comunicarse de alguna otra manera.

La mejor terapia para estos niños resulta ser la relación. La reunificación con la familia de origen, si está viva, sería para la mayoría de los niños la mejor condición para poder curarse. Si esto no es posible, la segunda mejor opción es la relación buena y estable con una nueva persona de referencia, en este caso la Madre SOS.

Observación final

Durante estas tres semanas en Ruanda sólo he podido hacerme una pequeña idea del sufrimiento de estas personas. No sé si realmente es posible entender del todo sus relatos sobre las masacres y la persecución, ni comprender totalmente los ojos de los niños y las niñas que han visto cosas impronunciables.

Pero sí que entendí una cosa : no hay una fórmula mágica en cuanto al trabajo terapéutico con niños traumatizados por la guerra. Muchos de ellos seguirán notando durante toda su vida las consecuencias del genocidio y las heridas psíquicas que sufrieron. Y el desarrollo más reciente en Ruanda, República Democrática del Congo y Burundi no indica que el terror termine pronto para la población de esta región. Pero es justamente por eso que tenemos que aceptar el desafío de ocuparnos de la salud física y psíquica de los niños que están a nuestro cuidado, de la mejor manera posible bajo estas circunstancias.

Me ha impresionado mucho el trabajo que están realizando nuestros colaboradores y colaboradoras en Ruanda, quienes de alguna forma se han convertido también en víctimas de este genocidio. Mientras la organización Aldeas Infantiles SOS pueda contar con el compromiso de sus colaboradores, y mientras ellos en su tarea reciban el mejor apoyo posible por parte de la organización, existirá la esperanza de una vida digna para estos niños de la guerra.

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